La moda en el diván: así trabaja (y esto cuenta) una psicóloga experta en cómo vestimos..
- María Contreras.-
- 18 jun 2018
- 6 Min. de lectura
¿Te vistes para los demás o para ti? ¿Funciona ir de compras como terapia? ¿Tiene alguna base cientíca la prenda de la suerte? Nos responde Carolyn Mair, psicóloga especialista en todo ello.
Nos vestimos para los demás o para nosotros mismos? ¿Es culpable la industria de la moda de que haya tantas personas insatisfechas con su aspecto? ¿Salir de compras para animarnos es un comportamiento tan inofensivo como creemos? ¿Cómo se explica que el simple hecho de llevar determinadas prendas nos haga sentir más poderosos o confiados? La relación entre psicología y moda da lugar a mil y una preguntas, pero ambos campos apenas se habían rozado, científicamente hablando, hasta que la psicóloga británica Carolyn Mair decidió relacionarlos. Licenciada en Psicología y Computación y doctora en Neurociencia Cognitiva, desde 2014 dirige en el London College of Fashion dos estudios de posgrado (un máster en psicología para profesionales de moda y otro en psicología aplicada a la moda) que se ocupan de comprender cómo afecta la moda al comportamiento humano.
“El objetivo de ambos cursos es que los estudiantes intenten marcar una diferencia positiva; están basados en un ideal de mejora, de progreso, para que cuando los graduados se incorporen profesionalmente a la industria, ayuden a que esta sea más ética y sostenible”, explica Mair en su despacho.
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¿Y qué problemas serían esos? La lista es larga, pero el primer tema que sale a la palestra es la salud mental.
Modelos como Cara Delevingne o Adwoa Aboah han hablado abiertamente de su batalla contra la depresión, y diseñadores como Alexander McQueen o L'Wren Scott llegaron al extremo de suicidarse.
Se diría que este negocio es un caldo de cultivo para los trastornos mentales... “Sabemos que hay una relación, pero es difícil determinar causa y efecto. No está claro si la industria de la moda causa trastornos mentales o atrae a gente que ya tiene esos problemas.
Según ciertos estudios, mientras una de cada cuatro personas desarrollará una enfermedad mental en algún momento de su vida, la posibilidad aumenta el 25% si trabajas en una industria creativa. Pero es innegable que la moda genera una enorme presión tanto en las modelos como en los diseñadores. Todo el mundo quiere trabajar en este mundo porque es glamuroso, excitante, creativo, dinámico... pero todo eso se cobra un peaje”.
Mair considera la ropa “nuestra segunda piel”, y asegura que con el simple hecho de decidir qué nos ponemos cada mañana tenemos la oportunidad de expresar quiénes somos. Pero ¿significa eso que siempre nos vestimos para los demás? “Cuanto mayor te haces, más capaz eres de calibrar qué efectos va a tener en los demás la ropa que te pongas, y normalmente te vistes para lograr el objetivo deseado, mientras que de jóvenes tendemos a conducirnos más por imitación o por lo que está de moda. Así que en cierto sentido sí nos vestimos para los demás. Pero se ha dicho que las mujeres se visten para los hombres o para competir con otras mujeres, y yo no estoy en absoluto de acuerdo. No se trata de competición, sino de admiración. Yo, personalmente, no hay nada que respete más que una mujer fuerte, poderosa, sexy y con éxito”.
Y hablando de éxito, hay personas que para lograrlo se apoyan en prendas “de la suerte”, a las que les otorgan propiedades casi mágicas: el blazer de las entrevistas de trabajo, el vestido de las primeras citas... ¿Es una superstición absurda, o el simple hecho de creer que nos dan suerte... nos dará suerte? La psicóloga cree que esas prendas son poderosas en tanto en cuanto nosotros creamos que lo son: “El poder de la convicción es muy importante. El blazer de la suerte puede que no te garantice el trabajo, pero sí puede darte la confianza para que bordes la entrevista. Se ha demostrado que otorgarle a la ropa que llevamos determinadas propiedades puede afectar incluso a nuestras habilidades cognitivas. Se llevó a cabo un estudio muy interesante en el que vistieron a una serie de personas con batas blancas: a la mitad de ellos les dijeron que eran de doctor, y a la otra mitad, de artista. Los participantes realizaron pruebas relacionadas con la memoria, la inteligencia, la capacidad de resolución de problemas... y resultó que el grupo de 'doctores' lo hizo mejor que el de 'artistas' porque tradicionalmente consideramos que los médicos poseen esas capacidades”.
Mención aparte merecen los zapatos de tacón: un complemento con el que muchas mujeres tenemos una relación de amor-odio, pero que otorgan una sensación de poder y feminidad que se consigue con pocas cosas más. Según Mair, sus superpoderes tienen una explicación científica que se relaciona con las teorías de la psicología evolutiva: “Los tacones cambian nuestra manera de caminar. Nos hacen adelantar las caderas y, biológicamente, eso manda ciertas señales y hace que recibamos más atención. La forma en la que nos sentimos cuando los llevamos es un reflejo de las percepciones de los que nos miran”.
Ir de shopping como terapia para animarnos –y que tire la primera piedra quien no lo haya hecho alguna vez–, es otra de esas costumbres que tras la charla con ella se ven con una nueva luz. Aunque solo le parece preocupante “si está fuera de control y se vuelve un hábito”, antes de quemar la Visa Mair recomienda siempre darle una segunda pensada a lo que creemos que queremos comprar: “A veces para tener algo nuevo sólo tienes que mirar dentro de tu propio armario, que seguro que está lleno de prendas que no te has puesto, o que nunca has combinado con otras, o que puedes modificar de forma sencilla para que parezcan novedosas. Si sigues con ganas de ir de tiendas, intenta no comprar en ese mismo momento; ve a tomar un café y recapacita sobre si realmente lo quieres. Muchas veces te sorprenderá darte cuenta de que no. No digo que la retail therapy sea algo malo en sí mismo, sólo el hecho de que te saque de casa está bien, pero comprar innecesariamente puede tener también otras repercusiones”.
Con las redes sociales como catalizador, la ropa está volviendo a utilizarse como herramienta para la política; los gorritos rosa contra Trump del Pussycat Project son el ejemplo más evidente. Para Mair, la tendencia se remonta a las camisetas con mensaje de Katharine Hamnett y Vivienne Westwood en los 80. “La moda es un gran vehículo para el activismo. Los códigos más sencillos –como el lazo rosa contra el cáncer de mama, por ejemplo– son los más eficaces, porque permiten que la gente se una fácilmente y el efecto se vuelve contagioso”.
Con algunas prendas, sin embargo, la línea que separa la reivindicación de la pura tendencia se vuelve muy muy fina. Y, sí, nos referimos a la ubicua camiseta de Dior con la frase We should all be feminists que todo el mundo se ha puesto esta temporada. ¿Qué grita más alto esa camiseta: 'soy feminista' o 'soy fashion'? “El segundo mensaje sólo será percibido por quienes entiendan de moda. Pero para mucha gente que no está metida en esto ni sabe qué es Dior, el hecho de que lleves una camiseta que dice que todos deberíamos ser feministas quiere decir exactamente eso. Y cuanto más gente la lleve, más va a calar el mensaje. Hay muchas evidencias que demuestran que cuanto más repetimos algo, más lo creemos. No hay más que ver la estrategia de Trump, que por desgracia tan bien le ha funcionado”.
Como efecto negativo de las redes sociales, Mair cita el culto a la propia imagen y el “terrible” body shaming. “Una estudiante de la primera promoción del máster hizo un proyecto en el que cuestionaba si el uso de Instagram puede llegar a provocar el desarrollo de una personalidad narcisista. Por la novedad de esta plataforma aún no es posible determinar si los narcisistas se sienten más atraídos por ella, pero me parece bastante probable. Esa obsesión por editar nuestras propias imágenes para parecer perfectos no deja de ser una mentira. Y sabemos por la psicología positiva que ser genuino y auténtico es mucho mejor para la salud mental”.
Para Mair, en el origen de todo está la dictadura de los cánones de belleza: “A veces leo artículos en revistas contra el body shaming o en favor la diversidad, y paradójicamente van ilustrados con fotos de modelos que representan justo lo que el artículo está deplorando. Y además las imágenes se retocan digitalmente, y aunque a veces resulta muy evidente, no todo el mundo está al tanto de estas técnicas. Pero no es sólo la moda, este “ideal” de mujeres altas, delgadas, rubias, con pieles perfectas, dientes perfectos y pelo perfecto está también en el cine, los anuncios... El 99,9% de las personas no somos así y no nos vemos representados en ese arquetipo, pero como ese patrón de belleza está en todas partes se vuelve la norma, y la norma es la vara por la que medimos nuestra autoestima. En consecuencia, la mayoría de las mujeres, y cada vez más hombres, aspiran a una apariencia imposible de conseguir”.
Hay mucho por hacer, pero la experta no pierde la esperanza: “La moda plantea numerosos problemas en términos psicológicos tanto para quienes trabajan en ella como para los consumidores, pero también puede ser un vehículo de cambio tremendamente poderoso”.
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